El problema de la lluvia ácida
Las bases (compuestos químicos con un pH mayor que 7) existentes en el polvo atmosférico tienen un efecto beneficioso al contrarrestar la acidez de las deposiciones ácidas. Su reducción por múltiples factores parece incrementar los efectos dañinos sobre el medio ambiente provocados por la lluvia ácida, como se pone de manifiesto en este epígrafe del artículo Polvo atmosférico y lluvia ácida.
Fragmento de Polvo atmosférico y lluvia ácida: menos polvo, más daños.
De Lars O. Hedin y Gene E. Likens.
Los esfuerzos empeñados en la reducción de las emisiones
de contaminantes ácidos cosecharon unos éxitos iniciales alentadores: los
niveles de azufre atmosférico, por ejemplo, han caído espectacularmente a lo
largo de los 30 últimos años en gran parte de Europa y región oriental de
Norteamérica. Nosotros nos propusimos sopesar si tales reducciones en los
compuestos de azufre beneficiaban o no al medio. En ese contexto, nos preocupaba
que los responsables de la política ambiental y los científicos pudieran estar
subestimando el papel de las bases atmosféricas. Considerando la importancia de
las especies químicas básicas tanto para el crecimiento de los bosques como para
la prevención de la lluvia ácida, decidimos investigar si los niveles de polvo
atmosférico han cambiado, a lo largo del tiempo, en respuesta a las emisiones
más bajas impuestas por la nueva legislación.
Se dictaron normas para limitar las emisiones de polvo
porque, se sabía desde hacía tiempo, la inhalación de partículas microscópicas
suspendidas en el aire acarrea múltiples problemas de salud, amén de reducir la
visibilidad y originar un sinfín de trastornos ambientales. Los gobiernos de
Norteamérica y Europa han venido elaborando a lo largo de los últimos 20 años
normas de calidad del aire en punto a partículas suspendidas; tales normas
diferían de las que regulaban la contaminación ácida. (El polvo atmosférico
procedente de otras fuentes parece haber disminuido también. Gary J. Stensland y
Donald F. Gatz, de la Inspección de Aguas del estado de Ilinois, han hallado que
las emisiones de partículas que contienen bases han descendido con la
disminución del tráfico por carreteras sin asfaltar.)
En colaboración con expertos europeos, empezamos por
evaluar las series de química de la precipitación, lo más antiguas posible que
hubiera referentes a la parte oriental de Norteamérica y a Europa occidental.
Midiendo los cationes básicos disueltos en la nieve y el agua de lluvia,
seguimos la pista del nivel de bases minerales en la atmósfera y registramos la
proporción de esos cationes básicos que entra en los ecosistemas forestales.
Obtuvimos unos resultados sorprendentes. Descubrimos que las bases atmosféricas
habían disminuido a un ritmo inesperadamente vertiginoso en los últimos 30 años.
La serie norteamericana más antigua, tomada en el Bosque Experimental Hubbard
Brook de New Hampshire, mostraba una caída del 49 por ciento en cationes
atmosféricos básicos desde el año 1965.
Al otro lado del Atlántico, la serie europea de alta
calidad y máxima duración, de la estación sueca de Sjöängen, evidenciaba un
decrecimiento del 74 por ciento en cationes básicos desde 1971. Nuestros
análisis de otras series confirmaron, con pocas excepciones, que las bases
atmosféricas habían descendido abruptamente en grandes zonas de Europa y
Norteamérica.
Pero, ¿han sido esas bajas en bases atmosféricas lo
suficientemente fuertes para contrarrestar —o incluso anular— los beneficios
ambientales esperados de las reducciones en emisiones ácidas? Tal ha ocurrido, a
tenor de nuestra investigación. En efecto, hallamos que la disminución de bases
se superpone con frecuencia al descenso de azufre atmosférico, hasta el punto de
que su ritmo anula una parte considerable del descenso de compuestos de azufre.
Observamos, por ejemplo, que el descenso en cationes básicos anulaba entre 54 y
68 por ciento de las reducciones en azufre atmosférico en Suecia y hasta el 100
por ciento en determinadas zonas del oriente de Norteamérica. Estas tendencias
significan que la disminución de las bases está manteniendo la sensibilidad de
la atmósfera a los compuestos ácidos, pese a la reducción de las emisiones de
los mismos. Cuando iniciamos el trabajo, no sospechábamos que la reducción de
una forma de contaminantes —las partículas de polvo— sirviera para arruinar el
éxito de las reducciones de otro contaminante, el dióxido de azufre.
Las numerosas fuentes de partículas de polvo y el
carácter fragmentario de la información sobre las emisiones de partículas
dificultan la tarea de determinar por qué se han producido esas notables
reducciones en el contenido de bases atmosféricas. Sabemos que las modernas
técnicas industriales, más limpias y desarrolladas de acuerdo con la normativa
sobre la emisión de materia particulada, han constituido un factor
importante.
No cabe la menor duda de que un mayor rendimiento de la
combustión y una eliminación más eficaz de partículas en las chimeneas han
permitido que se frenara la contaminación por partículas vinculada a la
combustión de carburantes fósiles. Más difícil resulta cuantificar la
contribución de fuentes de polvo difusas: tráfico, labores agrícolas y erosión
eólica. Pese a ello, creemos que la disminución de las partículas de polvo
refleja principalmente cambios en la conducta humana, más que variaciones
naturales.
Fuente: Hedin, Lars O. y Likens, Gene E. Polvo
atmosférico y lluvia ácida. Investigación y Ciencia. Barcelona: Prensa
Científica, febrero, 1997.
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