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La amenaza del calentamiento global


Fragmento del artículo La subida de los mares, en el que su autor expone las dudas de algunos expertos sobre las distintas causas que amenazan con incrementar las aguas de los océanos. Lo que mÔs preocupa es la fusión de la reserva helada de la AntÔrtida; sin embargo, los expertos opinan que es difícil apreciar si los casquetes de hielo estÔn manteniendo constante su tamaño y que habrÔ que esperar unos años para saber si su conjunto alimenta o retiene el agua de los mares.

Fragmento de La subida de los mares.

De David Schneider.

A comienzos de los noventa, estuvieron de moda los modelos de circulación global: unos programas informÔticos, muy complejos, para predecir el clima futuro calculando el comportamiento de la atmósfera y el océano. Y se aplicaron al estudio de la posible incidencia de un clima mÔs cÔlido en el casquete de hielo antÔrtico. De tales investigaciones se desprendía que el calentamiento de invernadero llevaría a la AntÔrtida aire mÔs cÔlido y húmedo, que depositaría allí su humedad en forma de nieve. Podría, pues, incrementarse incluso la cuantía de hielo marino que rodea el continente.

Dicho de otro modo, justamente cuando los expertos del SeaRISE estaban preparando su campaƱa para seguir la presumible fusión de la plataforma helada de la AntĆ”rtida Occidental, los modelos informĆ”ticos mostraban la posibilidad de que dicha capa creciera, con el consiguiente descenso del nivel del mar: los hielos continentales retendrĆ­an el agua robada al mar. “Fue como dejar su velero sin viento”, bromea Richard G. Fairballks, del Observatorio Geológico Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia.

Otras observaciones han obligado a cuestionar también la idea de que una fusión brusca de los hielos de la AntÔrtida conllevara la subida del nivel del mar varios metros, en un futuro previsible. Los geólogos acaban de comprobar que, de las cinco grandes corrientes de hielo que alimentan el mar de Ross (designadas, con notoria falta de imaginación, corrientes de hielo A, B, C, D y E), no todas arrojan su contenido al océano. Una de las mayores, la C, cesó de operar hace unos 130 años, quizÔ porque perdió lubricación en su base.

La verdad es que la vinculación del calentamiento climĆ”tico con el movimiento de las corrientes de hielo de la AntĆ”rtida Occidental se ha hecho cada vez mĆ”s tenue. SegĆŗn Ellen Mosley-Thomson, del Centro de Investigación Polar Byrd de la Universidad estatal de Ohio, las corrientes de hielo “parecen arrancar y detenerse, sin que nadie sepa la razón”. Es mĆ”s, de acuerdo con sus propias mediciones de la velocidad de acumulación de nieve en la vecindad del polo Sur, las nevadas han aumentado bastante en los Ćŗltimos decenios, intervalo a lo largo del cual la temperatura global ha ascendido poco a poco; las observaciones realizadas en otros lugares de la AntĆ”rtida han producido resultados similares.

Cierto es que las zonas de la AntƔrtida sometidas a tan estricto seguimiento son pocas y alejadas entre sƭ, como subraya Mosley-Thompson. Aunque muchos expertos reconocen que la actividad humana ha contribuido al calentamiento global, nadie puede decir con certeza si el casquete antƔrtico se estƔ contrayendo o extendiendo en respuesta.

Tamaña perplejidad podría desaparecer en sólo unos pocos años si la suerte acompaña a la Administración Nacional de AeronÔutica y del Espacio (NASA) en sus planes de lanzamiento de un satélite ideado para cartografiar con finura los cambios de altura de los casquetes polares; esa exactitud alcanzaría el centímetro por año. A bordo del satélite, que se proyecta poner en órbita en el 2002, iría un dispositivo lÔser de medición de distancias, capaz de detectar ligeros cambios en el volumen total de nieve y hielo almacenado en los polos. (Un instrumento lÔser similar viaja ahora camino de Marte, para cartografiar los cambios en los frígidos casquetes de hielo de ese planeta mucho antes de que podamos realizar esa misma operación con la Tierra.) HabrÔ que esperar, pues, a los primeros años del siglo que viene para saber si el casquete antÔrtico en su conjunto estÔ alimentando el mar o estÔ reteniendo agua de éste.

Antes, sin embargo, podremos obtener nuevas pruebas de la estabilidad de la vasta plataforma helada de la AntĆ”rtida Occidental. Hay previstas perforaciones profundas en la cresta de hielo situada entre dos de las corrientes de hielo. Los expertos, congregados en torno al programa WAIS (West Antarctic Ice Sheet, o capa de hielo de la AntĆ”rtida Occidental), esperan recuperar hielo, si lo hubo, que date del intervalo 5e de hace 120.000 aƱos, excepcionalmente cĆ”lido. El hallazgo de muestras de hielo antiguo de la AntĆ”rtida Occidental permitirĆ­a, en palabras de Mosley-Thompson, “confiar mĆ”s en su estabilidad”.

Pero hasta que no se ejecuten esos proyectos, sólo nos queda esbozar conjeturas ponderadas sobre si los casquetes de hielo polares se estÔn contrayendo o extendiendo. Los expertos del Comité Intergubernamental del Cambio ClimÔtico, organismo establecido en 1988 por la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, parten de la hipótesis de que el casquete de hielo antÔrtico y el de Groenlandia, de menor extensión, mantienen constante su tamaño (aunque admiten la posibilidad de importantes errores en su estima, reconociendo que, a la postre, ignoran si deben esperar un crecimiento o una reducción).

Fuente: Schneider, David. La subida de los mares. Investigación y Ciencia. Barcelona: Prensa Científica, mayo, 1997.

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