Los seísmos
En el fragmento que se recoge a continuación, Hélène Le Meur describe, de forma amena y sencilla, todas aquellas nociones básicas relacionadas con los seísmos: ¿qué es un terremoto? ¿cómo se origina? o ¿cómo se propagan las ondas sísmicas? son algunos de los interrogantes a los que este texto trata de dar respuesta.
Fragmento de Los seísmos.
De Hélène Le Meur.
¿Qué es un seísmo?
Es una brusca liberación de energía bajo nuestros pies.
De pronto, en la corteza terrestre, rocas en tensión desde hace decenios o
siglos ceden y se rompen como un resorte demasiado tenso. La ruptura se propaga
por el subsuelo haciendo que dos bloques de roca se deslicen el uno sobre el
otro a lo largo de una falla. La perturbación avanza muy deprisa, a unos 3 km/s,
pero también se bloquea muy rápidamente una vez alcanzado un nuevo estado de
equilibrio. Según la potencia del seísmo, la falla se desliza centímetros o
decenas de metros. Al deslizarse las unas contra las otras, las rocas trituradas
generan vibraciones: las fallas nunca son lisas y las rocas se adhieren a
asperezas de todos los tamaños. Estas fricciones inestables producen ondas
sísmicas que se propagan por la Tierra como las ondas alrededor de una piedra
lanzada al agua. Son estas ondas las que mueven el suelo y se experimentan en la
superficie.
El punto de las profundidades donde se produce la
ruptura se llama foco o hipocentro del seísmo y el punto correspondiente en la
superficie es su epicentro. Si la sacudida es violenta, la ruptura puede llegar
a la superficie y crear escarpaduras en el paisaje. Pero lo más corriente es que
se mantenga confinada en profundidad. Por ejemplo, un seísmo provocado por una
falla de entre 100 m y 10 km de espesor apenas será perceptible.
¿Cuánto tiempo dura un seísmo? También depende de su
amplitud: unos segundos para un seísmo medio y de uno o varios minutos cuando
las sacudidas son muy fuertes. El mayor terremoto registrado, el de Chile en
1960, duró cinco minutos. Una vez iniciado el seísmo principal, los reajustes de
los bloques producen réplicas menores, terremotos de menor amplitud que se van
atenuando.
¿Desde cuándo se vinculan los seísmos a las
fallas?
La relación no se estableció claramente hasta principios
de este siglo. Con anterioridad, pese a algunas observaciones, especialmente
durante el seísmo que sacudió Calabria en 1783, ninguna tesis había emergido
claramente. El 18 de abril de 1906, la región de San Francisco fue devastada y
la ciudad incendiada quedó destruida. Se nombró una comisión de investigación
para estudiar la catástrofe. Dirigida por H. Reid, informó de que la sacudida
fue provocada por un deslizamiento de cinco metros sobre una porción de la falla
de San Andrés de varios cientos de kilómetros. La relación quedaba establecida.
Además, se distinguieron tres tipos de deslizamientos. Cuando son sometidos a
fuerzas de estiramiento, los bloques disminuyen de grosor y se alejan siguiendo
un plano inclinado: se habla en tal caso de fallas normales. El juego de estas
fallas provoca hundimientos y abre rifts como en el Mar Rojo. En cambio, cuando
son comprimidos, los bloques se encabalgan. Las fallas, llamadas inversas en
este caso, acortan y levantan las zonas deformadas. Son estas fallas las que
edifican las cadenas montañosas a lo largo de los milenios. Quedan, por último,
los desplazamientos horizontales: un plano se desliza contra otro en un plano
vertical sin crear relieve. La falla de San Andrés, en California, es uno de los
ejemplos más célebres.
¿Por que tiembla la Tierra?
Debido al calor interno, la radiactividad natural de las
rocas profundas, sobre todo las del manto, desprende continuamente calor en el
interior del Globo. Para mantener un equilibrio térmico, el planeta debe evacuar
esta energía. Como las rocas son muy poco conductoras del calor, el medio más
eficaz consiste en hacerlas subir a la superficie por medio de grandes
corrientes de convección que mezclan todo el manto. Estos movimientos muy lentos
(del orden de 10 cm/año) son los que animan las placas tectónicas en la
superficie del Globo. En profundidad, las rocas permanecen en estado sólido pero
se deforman muy lentamente sin romperse; se dice que fluyen. Pero en la
superficie, en los diez o veinte primeros kilómetros, las rocas son demasiado
frías para fluir. Bajo la acción de los movimientos profundos, las rocas también
se deforman pero acaban por romperse: los seísmos son los efectos superficiales
de la actividad interna del planeta.
¿Dónde se producen los seísmos?
Básicamente, en las fronteras entre placas tectónicas.
Estos bloques rígidos de unos cien kilómetros de espesor se acercan, se separan
y se deslizan los unos contra los otros creando zonas de gran rozamiento. Entre
el 75 y 80 % de la energía sísmica se libera en las zonas de subducción, donde
el suelo oceánico más denso se hunde bajo un continente. Esta es la razón por la
cual los Andes y el Japón tiemblan con tanta regularidad. El resto se distribuye
entre las demás fronteras, por ejemplo allí donde chocan dos continentes, como
en los Alpes o el Himalaya. Pero no hay que creer que la Tierra sólo tiemble en
estas zonas sísmicas. Cada año, sacudidas internas de las placas liberan
aproximadamente el 1 % de la energía sísmica global.
Los sismólogos también clasifican los seísmos en función
de su profundidad. Hay tres categorías. Se llaman superficiales aquellos seísmos
cuyo foco se encuentra en los primeros 70 kilómetros. Se trata, y con mucho, de
los seísmos más numerosos. Vienen luego los seísmos intermedios, de entre 70 y
300 kilómetros, y finalmente los seísmos profundos, hasta 700 kilómetros. ¿Cómo
es posible que haya rupturas a tales profundidades? Estas rupturas se producen
en las placas que se hunden, que no han tenido tiempo de calentarse y conservan
sus propiedades de rigidez. A partir de los 700 kilómetros, ya las han perdido y
no hay seísmo.
¿Están relacionados los seísmos con los
volcanes?
Se trata de dos consecuencias de una misma causa, la
actividad interna del Globo, lo cual explica la semejanza de su distribución
geográfica. Pero en general los seísmos no están directamente ligados a
volcanes, aunque con la excepción de los seísmos llamados precisamente
volcánicos. Estos últimos son provocados por fuertes variaciones de presión que
sufren los volcanes antes de las erupciones. Se trata de pequeñas sacudidas
limitadas por el tamaño del edificio volcánico.
Además, el flujo de magma por las fisuras genera unas
vibraciones muy especiales llamadas Tremor.
¿Cómo se propagan las ondas sísmicas?
Cuando la Tierra tiembla, las vibraciones se propagan en
todas direcciones a partir del foco. Inicialmente son de dos tipos, las que
comprimen y dilatan alternativamente las rocas, a la manera de un acordeón, y
las que las cizallan, que son más destructivas. Las primeras, las más rápidas
(ondas P), viajan por la corteza a unos 6 km/s pero pueden ir más despacio en
las rocas poco consolidadas. Las segundas (ondas S), debido a las propiedades
elásticas de las rocas, son el doble de lentas pero cinco veces más intensas.
¿Es posible distinguirlas cuando tiene lugar un seísmo bajo nuestros pies? Sí.
Las ondas P vibran en su dirección de propagación; levantan o hunden el suelo.
Las ondas S, en cambio, vibran perpendicularmente y nos sacuden horizontalmente.
Así, en un seísmo lejano, la llegada de la onda P permite anticipar la de las
ondas S. Esta regularidad ha permitido salvar vidas. Pero las sacudidas no
acaban aquí. A estas primeras sacudidas les siguen otras. En efecto, dado que la
Tierra no es homogénea, las ondas P y S son reflejadas y refractadas por las
distintas capas. También pueden ser guiadas por la superficie del suelo y formar
ondas de Rayleigh o de Love. Estas llegan más tarde y se propagan de manera
compleja. Cuando se trata de un gran seísmo, estas ondas pueden dar varias
vueltas a la Tierra. El planeta puede vibrar mucho tiempo después de la ruptura
inicial, como un gong que resuena después de haber sido golpeado.
Afortunadamente, durante su viaje a través de las
distintas capas de la Tierra, las ondas pierden energía. Al alejarse del foco,
se amortiguan y sus efectos se atenúan. Esta es la razón por la que los seísmos
superficiales, demasiado próximos para debilitarse, son los más
destructivos.
Fuente: Le Meur, Hélène. Los seísmos. Mundo
Científico. Barcelona: RBA Revistas, septiembre, 1998.
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