Migraciones de población
Los seres humanos están constantemente en movimiento,
recogiendo sus enseres y asentándose de nuevo al otro lado de una misma ciudad,
en el país vecino o en la otra orilla de un océano. El hombre ha migrado por
diversas razones desde su aparición como especie. Entre las causas naturales
para las migraciones se encuentran las sequías prolongadas, los cambios
climáticos y las inundaciones o las erupciones volcánicas que convierten amplias
zonas en extensiones inhabitables.
Los motivos socioeconómicos han provocado muchas más
migraciones que los fenómenos naturales. Como ejemplos pueden citarse la escasez
de alimentos por el crecimiento de la población o la pérdida de suelos; una
derrota en un conflicto bélico; las políticas de expansión de pueblos
dominantes, como la invasión, en el siglo XIII, de las ricas ciudades del oeste
de Asia por grupos étnicos turcos; y la búsqueda de autonomía religiosa o
política o la simple supervivencia como grupo amenazado, tal es el caso de las
migraciones de hugonotes, judíos, puritanos y cuáqueros a América del Norte.
Además de las ya citadas, cabe destacar como causas que intervienen en los
movimientos espaciales de población: la miseria en algunas zonas agrarias
motivada por la desequilibrada distribución de la tierra, la destrucción del
equilibrio económico anterior, motivado por la ruptura de un sistema económico
artesano y rural antiguo, afectado por la revolución industrial y de los
transportes; la prosperidad de algunas zonas, como factor de atracción de
posibles migrantes; el descubrimiento de un nuevo recurso (oro, carbón,
petróleo) capaz de provocar concentraciones humanas en nuevos asentamientos;
etc.
Barreras y corredores de paso
Los movimientos de población se han visto condicionados
históricamente por las barreras naturales, como anchos ríos, mares, desiertos y
cadenas montañosas. Los cinturones de estepas, bosques y tundra ártica que se
extienden desde Europa central al Océano Pacífico, favorecieron las migraciones
este-oeste de los grupos situados a lo largo de estas latitudes.
Las migraciones desde las zonas tropicales a las
templadas o desde las templadas a las tropicales, han sido escasas. El Desierto
del Sahara, al norte de África, separaba a los pueblos africanos subsaharianos
de los mediterráneos e impedía a los egipcios y otras culturas expandirse hacia
el sur. Las montañas del Himalaya en Asia meridional cortan el acceso por el
norte al subcontinente de la India.
A consecuencia de éstas y otras barreras similares,
ciertos pasos de montaña y corredores se convirtieron en rutas migratorias
habituales. La Península del Sinaí, al noreste de Egipto, unía África y Asia; la
región del Bósforo al noroeste de Turquía conectaba Europa y la Península
Arábiga; y el ancho valle entre los montes Altái y Tian Shan, en Asia central,
permitió a los pueblos de Asia Central expandirse hacia el oeste.
Efectos de las migraciones
Los efectos de las migraciones de población son de
amplio alcance debido a las propias características de estos movimientos:
En primer lugar provocan una redistribución de la
población; es la consecuencia más estrictamente geográfica: las zonas de
afluencia se llenan de habitantes en tanto que las de partida ven vaciarse sus
pueblos, campos y ciudades.
Hay un efecto selectivo de las migraciones que se
manifiesta en la propia selección natural de los migrantes, pues los individuos
más débiles no emigran y, en una selección demográfica por sexo y edad, en
general los hombres migran más que las mujeres y las migraciones suelen estar
protagonizadas por individuos jóvenes, lo que tiene un efecto de
rejuvenecimiento en el lugar de destino y de envejecimiento y retroceso
demográfico en el de origen.
Las consecuencias biológicas también son importantes. En
general la unión de poblaciones de origen distinto genera mejoras genéticas al
evitar los peligros de la consanguineidad. Sin embargo, la posibilidad de
enfrentamientos armados y los problemas de la adaptación biológica a un nuevo
medio pueden diezmar poblaciones indígenas por la guerra con los invasores y la
vulnerabilidad ante nuevas enfermedades; por su parte los recién llegados
experimentarán problemas derivados de la modificación del régimen de
alimentación, falta de resistencia a agentes patógenos endémicos, climas
radicalmente diferentes, etc.
Problemas de contacto: el inmigrante enriquece a menudo
el país de acogida porque introduce nuevos hábitos culturales, pero al mismo
tiempo, y como consecuencia de esas diferencias, se producen tensiones y
oposiciones por razón de raza, lengua, género de vida, religión, opinión
política, etc... Muchos grupos nativos, como los aborígenes de Oceanía y los
pueblos nativos americanos, han perdido sus tierras, su lengua y muchas de sus
tradiciones al ser absorbidos por otras culturas dominantes.
Consecuencias económicas: las regiones de partida están
penalizadas por la pérdida selectiva de los individuos más activos, la inversión
realizada en su formación y el coste de los viajes y gastos administrativos de
la emigración; no obstante también tienen ventajas como la posibilidad de sanear
la economía y reorganizarla si la emigración deja suficientes elementos activos,
además de la llegada de los ahorros de los emigrantes. Para las regiones de
llegada las ventajas se concretan en un ahorro en gastos de formación, nuevas
posibilidades económicas y laborales para la población autóctona, pues la
llegada de inmigrantes permite a ciertos sectores industriales funcionar con
costes más bajos, y la difusión de formas de vida que constituyen la antesala
para la exportación de mercancias. Entre las desventajas o costes estarían los
gastos de reclutamiento y viaje, la salida de divisas, los gastos en ayuda
social y cultural, importaciones suplementarias y los problemas de desempleo en
el caso de regiones que no pueden ofrecer trabajo a las masas de inmigrantes que
llegan en oleadas, como es el caso de las ciudades de países en vías de
desarrollo y los desplazamientos masivos de refugiados políticos en el contexto
de graves conflictos bélicos.
Las primeras migraciones
Las civilizaciones del mundo antiguo poblaron las
ciudades y países que bordean el Mar Mediterráneo y se asentaron a lo largo de
las costas de la Península Arábiga, India, China y los continentes europeo y
asiático. Las tribus nómadas, como los hunos en el siglo III, dominaron amplias
zonas del interior de Eurasia. Durante los siglos IV y V las migraciones de
pueblos, como los visigodos, ostrogodos, suevos, vándalos, alanos, burgundios,
francos, alamanes, etc., conocidas como la 'Invasión de los bárbaros', acabarían
con el Imperio romano en el occidente de Europa (año 476), y su asentamiento fue
el embrión de algunas de las actuales naciones europeas. Una de las más
sorprendentes migraciones de carácter bélico tuvo lugar en el siglo XIII. Tribus
de mongoles bajo el mando de Genghis Khan, conquistaron China, el sur de Rusia,
Turkestán, Afganistán, Irán, Mesopotamia, Siria, Asia Menor e incluso zonas del
este de Europa. Estas invasiones empujaron en su avance a oleadas de tribus y
pueblos desplazados, entre los que se contaban eslavos y turcos otomanos.
Las invasiones periódicas se sucedieron también en el
norte de Europa. En los siglos V y VI, los anglos, sajones y jutos, que fueron
desplazados por los visigodos, navegaron desde el noroeste de Alemania hasta
alcanzar e invadir el sur de Bretaña. Entre los siglos VII y X, pueblos
noruegos, suecos e islandeses capturaron diversas zonas del norte de
Europa.
Bajo el estandarte del islam en el siglo VII y
principios del siglo VIII, distintas tribus árabes avanzaron hacia el este a
través de Persia (Irán) hacia el Turkestán chino y el noroeste de la India. En
su camino hacia el oeste, cruzaron Egipto y el norte de África hasta España y el
sur de Francia, y se desplegaron hacia el noroeste a través de Siria hasta Asia
Menor.
El nacimiento de naciones-estado en Europa tras el año
1000 restableció un poco el equilibrio y no se registraron invasiones étnicas
importantes después de esta fecha. Cuando la existencia del continente americano
fue conocida en toda Europa, a finales del siglo XV, un número creciente de
ciudadanos emigró hacia América del Sur y del Norte en busca de nuevas
oportunidades.
Desplazamientos forzados
Muchos grupos e individuos han migrado de forma
involuntaria. Desde el siglo XV hasta la primera mitad del siglo XIX, millones
de africanos, a menudo capturados por otros pueblos africanos, fueron apresados,
sacados de sus tierras y vendidos como esclavos en países lejanos. En primer
lugar fueron enviados a Portugal y después a otros países europeos, llegando en
dirección este a lugares tan lejanos como la India, y en dirección oeste hasta
los Estados Unidos, América del Sur y Centroamérica. Los traficantes de esclavos
desplazaron por la fuerza unos 20 millones de africanos hacia el continente
americano.
Otro ejemplo de migración forzada se produce cuando los
gobiernos obligan a ciertos grupos a trasladarse a otras regiones del país o a
abandonarlo definitivamente. La Santa Inquisición, por ejemplo, forzó a judíos y
musulmanes a dejar España (en el siglo XV), una política de expulsión que, en el
caso de los judíos, no era una novedad en Europa, ya que anteriormente habían
sido expulsados de Francia en 1394 y de Inglaterra en 1290. En la década de los
años treinta la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) declaró a
millones de campesinos enemigos del estado y los envió a campos de trabajo en
Siberia y otras regiones remotas. Durante la II Guerra mundial, el régimen nazi
alemán de Adolfo Hitler, responsable de la muerte de millones de personas,
deportó entre dos y tres millones de ciudadanos.
Inglaterra desterró a miles de convictos al otro lado
del océano, primero a América del Norte durante los siglos XVII y XVIII y con
posterioridad a Oceanía, durante los siglos XVIII y XIX. Este destierro fue
conocido como deportación. Los desastres naturales, como las inundaciones y los
terremotos, y las reorganizaciones políticas, como la creación de nuevos países
dominados por grupos étnicos o religiosos concretos, también han condicionado
migraciones forzadas. A mediados del siglo XIX, las hambrunas originadas por el
aumento de la población, que coincidió con la enfermedad de la patata, obligaron
a cerca de un millón de irlandeses a emigrar a los Estados Unidos y
Canadá.
Antes y después de la I Guerra Mundial
A lo largo de los siglos XIX y XX, millones de
ciudadanos de Europa Occidental y posteriormente de Europa Oriental, en busca de
libertad religiosa o política o de oportunidades económicas, se establecieron en
América del Sur y del Norte, África, Oceanía, Nueva Zelanda y otras zonas del
globo. Millones de chinos se asentaron en el Sureste asiático o se desplazaron a
ultramar para trabajar en las Filipinas, Hawai y el continente americano. Una
amplia colonia de hindúes se afincó al sur de África y muchos nativos de países
árabes emigraron a América del Sur y del Norte.
El apogeo de las migraciones modernas tuvo lugar en el
periodo de cincuenta años que precedió a la I Guerra Mundial. A partir de 1920,
sin embargo, muchos países, especialmente aquéllos que habían recibido el mayor
volumen de inmigrantes, impusieron restricciones a la inmigración. Las
dificultades para conseguir el pasaporte y el visado redujeron las migraciones
voluntarias a proporciones mucho menores durante los años veinte.
Después de la II Guerra Mundial
La partición, en 1947, del subcontinente indio en dos
estados independientes, la India hindú y el Pakistán musulmán, tuvo como
consecuencia traslados de población a gran escala. Cerca de 6,6 millones de
musulmanes entraron en Pakistán procedentes de territorio indio y unos 5,4
millones de hindúes y sij emigraron a la India. El establecimiento de Israel en
1948 provocó la migración de cientos de miles de judíos hacia el nuevo estado y
el desplazamiento de unos de 720.000 palestinos a los países vecinos.
Otra gran migración de judíos a Israel tuvo lugar en
1989, cuando la URSS relajó las restricciones a la emigración; la salida de
población de origen judía se incrementó tras la caída del estado comunista. Con
una convulsión que recuerda la división India-Pakistán, la violencia que
acompañó la desintegración de la antigua Serbia en estados separados, en razón
de la etnia dominante a principios de la década de los años noventa, ha forzado
a millones de personas a abandonar su tierra natal.
En otros lugares de Asia, la revolución y la guerra han
obligado a kurdos y shiíes iraquíes, iraníes y otros grupos diferenciados a
dejar sus países. Durante la ocupación soviética de Afganistán en los años
ochenta, más de cinco millones de afganos tuvieron que abandonar su país, la
mayoría para asentarse en Pakistán e Irán. En 1991 los afganos constituían el
mayor colectivo de refugiados del mundo.
En Europa, las tendencias migratorias han seguido un
movimiento relativamente tranquilo de este a oeste y de sur a norte. Millones de
personas abandonaron Europa oriental, al principio para huir de gobiernos
comunistas y después para escapar del caos y la pobreza que sucedieron a la
caída de estos regímenes. Desde el sur, procedentes de países mediterráneos como
Turquía y antiguas colonias africanas como Senegal, los emigrantes han llegado
en busca de oportunidades económicas. En Alemania y Francia se han producido
protestas, a veces violentas, contra los inmigrantes, coincidiendo con momentos
de crisis económica.
En América del Norte, las migraciones internacionales se
han producido principalmente de sur a norte. Millones de emigrantes procedentes
de Cuba y otras islas del Caribe, de México y de otros puntos de América del Sur
y Centroamérica se han establecido en los Estados Unidos, especialmente en los
estados de California, Florida y Texas. Gran número de asiáticos del sureste del
continente, entre ellos refugiados de la Guerra de Vietnam, han emigrado también
a los Estados Unidos.
África, con más de 40 países y 600 grupos étnicos, acoge
cerca de un tercio de los refugiados en el mundo. Atrapados en el caos que
caracteriza a los países en vías de desarrollo en el siglo XX y con los
problemas étnicos derivados de la división colonial, algunos países africanos
registran un flujo constante de entrada y salida de refugiados y con el tiempo
sus exiliados a menudo regresan. Las luchas políticas y étnicas en Ruanda
desplazaron a más de dos millones de personas en 1994; de ellas, cerca de
400.000 eran refugiados.
Migraciones internas
La Revolución Industrial provocó un importante flujo
migratorio interno dentro de los propios países. El ejemplo más significativo de
este modelo migratorio fue el gran desplazamiento de habitantes de las zonas
rurales a los centros urbanos. Este movimiento comenzó en los países
industrializados en el siglo XIX y estalló en los países en vías de desarrollo
en el siglo XX. Otro tipo de migración interna, en retroceso en los países más
desarrollados, es el desplazamiento en las zonas rurales para la recogida de las
cosechas. Este tipo de migración interna es temporal o estacional, los
temporeros trabajan en determinadas épocas del año y regresan a casa
después.
Las migraciones internas también implican importantes
redistribuciones de población a escala nacional. En los Estados Unidos, el
desplazamiento de trabajadores y sus familias hacia el oeste y hacia el sur, a
las zonas cálidas del denominado 'Sun Belt' siguiendo los procesos de
relocalización de las actividades económicas, ha renovado el mapa demográfico de
la nación. Además, los Estados Unidos han conocido la difusión gradual de los
distintos grupos étnicos a través del país; por ejemplo, la población de color
ha migrado hacia el norte desde los estados sureños.
Nuevos hogares
Los inmigrantes deben hacer frente a muchas dificultades
en su nuevo país, especialmente si no hablan el idioma del país de destino.
Muchos inmigrantes se instalan en comunidades previamente formadas por personas
de su mismo país de origen. Los inmigrantes más antiguos hablan la misma lengua
y pueden ayudar a los recién llegados durante el proceso de adaptación.
Comunidades prósperas como Chinatown en Brisbane, Oceanía, no sólo ayudan a los
nuevos inmigrantes a sentirse en casa, sino que animan al resto de la población
a conocer culturas diferentes.
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