Proceso causante del primer urbanismo
Los Ensayos Históricos de Encarta reflejan el conocimiento y la visión de destacados historiadores. En el presente ensayo, Charles L. Redman, de la Universidad Estatal de Arizona, sostiene que el aumento de la producción de alimentos, la incipiente aparición de la industria y el comercio, el carÔcter cada vez mÔs jerÔrquico de los gobiernos, asà como los cambios sufridos en las relaciones sociales, constituyeron las fuerzas principales que impulsaron el nacimiento del urbanismo.
Proceso causante del primer urbanismo
Por Charles L. Redman
La congregación de personas en grandes centros urbanos
marca una de las principales transformaciones de la historia de la humanidad.
Hace unos 6.000 aƱos empezaron a formarse en diferentes partes del mundo grandes
pueblos y, mĆ”s tarde, ciudades a partir de lo que habĆan sido sociedades
agrarias. Este proceso, bautizado frecuentemente como revolución urbana,
implicaba mucho mƔs que el mero aumento del tamaƱo de las comunidades;
conllevaba también importantes cambios en la forma de interacción de las
personas, en las relaciones de los seres humanos con su entorno y en la manera
en que los pueblos estructuraban la sociedad. Los procesos e instituciones que
surgieron en aquella Ʃpoca no han cesado de evolucionar y han conformado la
estructura bƔsica de la sociedad urbana actual.
Los arqueólogos y los historiadores han sugerido
distintos factores que pudieron haber acelerado el crecimiento de las ciudades y
la reorganización de la sociedad, tales como la necesidad de regadĆo, el
crecimiento demogrÔfico, las guerras, la producción especializada y el comercio
a gran escala. SegĆŗn una de las teorĆas, las Ć”ridas llanuras aluviales sobre las
que se asentaban las ciudades necesitaban del regadĆo para alimentar a una
población numerosa. La construcción y el mantenimiento de las obras de regadĆo y
la asignación del agua exigĆan la presencia de una minorĆa capaz de
gestionarlas. Este grupo, a su vez, conformaba el nĆŗcleo de la sociedad
compleja. SegĆŗn otra teorĆa, una vez que la tierra cultivable estaba totalmente
ocupada, surgĆan conflictos entre los colonos y sus vecinos. Uno de los grupos
quedarĆa sojuzgado, constituyendo la clase baja, mientras que los vencedores
formaban el nĆŗcleo selecto radicado en las ciudades. Una tercera teorĆa afirma
que las guerras o los desplazamientos obligados, cada vez mƔs frecuentes, de los
pueblos destinados a incrementar el poder de los gobernantes podrĆa haber
afianzado a los individuos en las ciudades. Tal parece el caso en una de las
primeras ciudades propiamente dichas, Uruk (Erech), en Mesopotamia. Una Ćŗltima
teorĆa defiende que el desarrollo del intercambio de productos a gran escala
favoreció el asentamiento de la fabricación y los mercados en las ciudades, como
medio mucho mÔs eficaz de gestionar los recursos y el comercio. Esto favoreció
el auge de la clase gestora y de los fabricantes especializados, siendo ambos
elementos claves de la sociedad urbana.
Sabemos por los hallazgos arqueológicos y los registros
escritos que estos factores ya existĆan en las primeras sociedades urbanas, pero
no estÔ claro el orden real en que fueron evolucionando. La cuestión clave
radica en determinar si los avances en una o en varias de estas Ɣreas se
produjeron antes de la formación de las ciudades y sirvieron para inducir el
crecimiento urbano, o si fueron posteriores a la formación de las ciudades como
un resultado natural de la sociedad urbana de reciente aparición. La complejidad
potencial del proceso ha impulsado a diferentes eruditos a afirmar que fue una
combinación de estos y otros factores la que provocó las transformaciones
fundamentales de la revolución urbana. Estos especialistas reconocen la
importancia del regadĆo, la agricultura y el intercambio de productos a la hora
de conformar la base necesaria sobre la que poder edificar toda una
civilización. Sin embargo, un enfoque múltiple considera las relaciones sociales
cambiantes como la fuerza que dio cuerpo al proceso de urbanización.
Las primeras ciudades: Mesopotamia
Parece ser que la revolución urbana se produjo por
primera vez entre los aƱos 5500 y 3500 a.C. en Mesopotamia, amplio territorio
que en la actualidad incluye Irak, asà como el suroeste de IrÔn y el oriente de
Siria. Los desarrollos históricos en Mesopotamia pueden servir como estudio de
caso prƔctico para analizar los procesos que acompaƱaron al urbanismo inicial.
La llanura mesopotƔmica era Ɣrida por naturaleza y contaba con muy pocos
habitantes antes de que evolucionara la tecnologĆa del regadĆo hacia el 5500
a.C. En el transcurso de los
siguientes 2.000 años, dentro de un vasto periodo de tiempo que los arqueólogos
denominan época ubaidà (obeidiana), los pueblos progresaron lentamente, pero
sentaron las bases para la primera sociedad urbana de la humanidad. Son muchos
los eruditos que creen que fue durante este periodo cuando llegó a Mesopotamia
un pueblo que ahora conocemos como los sumerios.
Se han encontrado poblados que se remontan al periodo
ubaidĆ por todo el territorio iraquĆ y en las colinas que rodean los actuales
IrĆ”n y TurquĆa. Estos poblados presentan muchos rasgos culturales comunes y
todos ellos han contribuido a la comprensión de la primitiva sociedad urbana.
Pero es el primer yacimiento excavado, EridĆŗ, el que sigue siendo considerado el
mÔs esclarecedor. Eridú, ubicado en el extremo meridional de la llanura
mesopotÔmica, parece haber alcanzado el grado mÔs alto de evolución de todos
estos poblados. El asentamiento original tal vez no fuese mucho mayor que los
pueblos diseminados por los valles montaƱosos de la meseta que existĆan desde
hacĆa varios milenios. Pero los habitantes de EridĆŗ conocĆan los principios del
regadĆo y las condiciones climatológicas extremas de Mesopotamia parecĆan
favorecer el cultivo del trigo y la cebada, asĆ como la existencia de ganado
ovino, caprino y bovino.
Los arqueólogos descubrieron en Eridú lo que parecen ser
templos edificados hacia el 3500 a.C. Este tipo de construcciones datadas
en fechas tan tempranas podrĆa indicar que la comunidad ya habĆa adquirido por
entonces unas dimensiones apreciables, segĆŗn ciertas estimaciones, con una
superficie de 10 ha y al menos 2.000 individuos. La existencia de tal cantidad
de habitantes en un único asentamiento implica la evolución de las relaciones
sociales hasta alcanzar un nivel nuevo de integración en el seno de la comunidad
y una dependencia potencial de los poblados vecinos en cuanto a ciertos
artĆculos de subsistencia.
Entre los aƱos 3500 y 2900 a.C., espacio de tiempo conocido como los
periodos protoliterario o Uruk y Jemdet Nasr, aumentó el número de poblaciones
mesopotƔmicas, con mƔs de 1.000 habitantes. La cerƔmica de dicho periodo revela
una mayor organización de la producción agrĆcola y artesanal. Durante estos aƱos
la mayorĆa de las vasijas de barro se fabricaban en tornos o en moldes, procesos
que permitĆan una mayor producción y normalización, fiel indicador de una
economĆa comercial compleja. Otro de los descubrimientos significativos de este
periodo son pruebas de los primeros intentos de escritura sobre piedra y
arcilla. Gran parte de estos primeros escritos se utilizaron para llevar
registros, otra prueba de la incesante evolución de la economĆa de Mesopotamia.
AdemÔs, los edificios de esta época, que los arqueólogos asimilan a templos,
reflejan la creciente complejidad y el aumento del tamaƱo de las comunidades.
Algunos templos parecen estar agrupados, actuando seguramente como recintos
sagrados, y otros estaban construidos sobre plataformas elevadas, conocidas mƔs
tarde como zigurats. El aumento del tamaƱo de la estructura probablemente
refleja el cada vez mayor protagonismo religioso de las comunidades.
Los indicios procedentes de la Ʃpoca transcurrida entre
el 2900 y el 2350 a.C., denominada
primer periodo dinÔstico, muestran un crecimiento notable de la población con
unas dos docenas de poblados que, por el mero tamaño de su población, bien
pudieran denominarse ciudades. Durante este periodo la fabricación de vasijas
cerĆ”micas, artĆculos metĆ”licos y tejidos se hizo cada vez mĆ”s organizada,
hallƔndose en manos de artesanos agrupados por especialidades. La piedra, la
madera, los minerales metÔlicos y demÔs sustancias exóticas llegaban hasta las
ciudades de las tierras bajas y se transformaban allĆ en productos acabados para
las minorĆas locales. Hacia el aƱo 2500 a.C. la escritura se habĆa extendido en
toda la llanura mesopotƔmica. En esa misma Ʃpoca las comunidades comenzaron a
adoptar la forma de ciudades modernas: Ɣreas residenciales densamente pobladas
con calles cortas y serpenteantes y edificios de varias plantas. Hasta entonces,
los templos habĆan sido las construcciones mĆ”s grandes de las ciudades, poniendo
de manifiesto la importancia de las instituciones religiosas en la cultura de
Mesopotamia. Al final de este periodo, los grandes edificios identificados como
palacios parecen revelar una jerarquĆa secular creciente, al tiempo que la
especialización de la actividad productiva y el acceso cambiante a los recursos
económicos parecen apuntar a una mayor estratificación social.
A finales del incipiente periodo dinƔstico todo apunta a
que los pueblos igualitarios de los primeros tiempos, gobernados eminentemente
por principios de parentesco, habĆan evolucionado hasta constituir una jerarquĆa
de pueblos y ciudades con clases sociales perfectamente definidas entre
diferentes grupos de carƔcter gremial. A medida que fue aumentando la
estratificación social, fueron apareciendo gobernantes de ciudades-estado que
comenzaron a diferenciarse como reyes y jefes militares. Aún cuando no estÔn
claros los detalles de las luchas por el poder, la frecuencia cada vez mayor de
los enfrentamientos entre las ciudades-estado polĆticamente independientes de
Mesopotamia pone de manifiesto que el equilibrio de poder se decantó del lado de
quienes ostentaban el control de los ejƩrcitos.
Las primeras ciudades del mundo
En los siguientes milenios se produjeron cambios
similares en el valle del Indo, en el sur de Asia; en el valle del rĆo Amarillo
(Huan g He), en China; y finalmente en el valle de AnƔhuac (valle de MƩxico), en
el continente americano. En estas y en otras muchas regiones coincidĆa el modelo
de urbanización; sin embargo, existen fuerzas comunes subyacentes que
contribuyeron de diferentes formas al crecimiento de las ciudades.
En el valle del rĆo Indo, en lo que actualmente es
PakistÔn y la India, hacia el año 2400 a.C. surgió la llamada civilización del
valle del Indo, conocida también como la cultura o civilización Harappa en honor
a una de sus grandes ciudades. Se han descubierto cerca de 1.000 yacimientos
pertenecientes a esa cultura, pero de todos ellos el mejor conservado es el de
Mohenjo-Daro, situado en la actual PakistƔn. Mohenjo-Daro y otros grandes
yacimientos de la zona se caracterizan por grandes edificaciones de ladrillos
cocidos dispuestos según un patrón cuidadosamente trazado. El rasgo mÔs
caracterĆstico es la ciudadela, una parte de la edificación que se alza en un
plano superior al del resto de la ciudad y que estĆ” cubierta por unas
estructuras macizas. La alfarerĆa profusamente decorada y ciertos objetos
metƔlicos hallados en Mohenjo-Daro revelan que los grandes centros de la
civilización del valle del Indo practicaban un intercambio activo de artĆculos.
Es posible que esta civilización tuviese comercio con Mesopotamia, si bien
apenas existe evidencia alguna. Asimismo, desarrolló su propio sistema de
escritura con sĆmbolos.
En los amplios valles fluviales del norte de China
florecieron algunas de las primeras civilizaciones de Eurasia. En la llanura
aluvial del rĆo Amarillo, los poblados agrĆcolas neolĆticos se agruparon en
federaciones gobernados por caudillos y que se fusionaron al cabo del tiempo
para formar un estado incipiente durante el II milenio a.C. La dinastĆa Shang
(Chang), estudiada a partir de sus mitos, sus escrituras primitivas sobre huesos
de orÔculos y las excavaciones arqueológicas, es una de las civilizaciones
originales de China que se conoce con mayor profundidad. Hubieron de pasar
generaciones hasta lograr centralizar el gobierno; la capital se trasladó a
diferentes ciudades mientras los gobernantes eran elegidos de varios linajes
diferentes. Sin embargo, el poder quedó investido definitivamente en una familia
real y la ciudad de Anyang se convirtió en la capital permanente. Entre tanto,
los miembros de la dinastĆa Shang desarrollaron una industria del bronce capaz
de fabricar asombrosos barcos y herramientas en grandes cantidades.
Por último, el continente americano también produjo
varias civilizaciones urbanas primitivas edificadas sobre diferentes bases.
Entre las mƔs destacadas se encontraban los pueblos del centro de MƩxico, que
construyeron la ciudad de TeotihuacƔn, la primera gran urbe de AmƩrica. La vida
en los poblados agricultores surgió en México entre los años 2000 y 1000 a.C.,
relativamente tarde en comparación con otras regiones de Asia. Los fundamentos
económicos tambiĆ©n eran distintos, ya que el maĆz constituĆa el cultivo
principal, en lugar del trigo, la cebada o el arroz. Por otra parte, si se
compara con sus homólogos de otras partes del mundo, los mejicanos apenas tenĆan
animales domésticos, únicamente el perro y el pavo, mientras que la población
asiƔtica criaba ovejas, cabras, vacas y cerdos. No obstante, alrededor de los
siglos I o II a.C. surgió una gran ciudad en el extremo septentrional del valle
de AnƔhuac, en las proximidades de la actual ciudad de MƩxico. TeotihuacƔn
creció rÔpidamente, de manera asombrosa, hasta albergar a mÔs de 100.000
habitantes. La construcción de los numerosos edificios centrales exigió una gran
dosis de planificación. TeotihuacÔn fue el centro de la producción artesanal,
del comercio y posiblemente del poder militar en todo el centro de MƩxico hasta
su ocaso en el siglo VII d. C.
Las fuerzas bƔsicas del urbanismo
El desarrollo de las sociedades urbanas en las distintas
regiones del mundo siguió en cada caso un camino diferente. Sin embargo, desde
un punto de vista mƔs general, existen unos mismos procesos bƔsicos siempre que
se produce un intento de convivencia de una gran multitud de individuos. Un
primer aspecto interesante consiste en que a todas las sociedades urbanas aquĆ
descritas les sobrevino un periodo de menor urbanismo y menor gobierno
polĆticamente centralizado, al que sucedió un resurgir del urbanismo y autoridad
polĆtica. Es decir, al tiempo que existen multitud de fuerzas que impulsan el
florecimiento del urbanismo y la autoridad polĆtica centralizada, otras fuerzas
poderosas actúan simultÔneamente en contra de tal desarrollo. Bien es cierto que
las primeras han sido mƔs poderosas a lo largo de los milenios, por cuanto el
mundo se ha ido sufriendo una creciente urbanización, pero continúan actuando
fuerzas de descentralización de poblaciones y gobiernos. A continuación
analizaremos sucintamente los efectos de tres procesos importantes: la expansión
de la producción de alimentos, el florecimiento de la industria y el comercio y
una forma de gobierno cada vez mƔs jerƔrquica.
Un requisito previo para el desarrollo de la sociedad
urbana era la necesidad de expandir el suministro de alimentos. Esto se logró
mediante una domesticación mÔs eficaz, mayor cultivo de la tierra y estrategias
de producción mÔs intensivas. Cada una de estas mejoras en cuanto al rendimiento
bruto de la producción agrĆcola conllevaba un coste. El aumento del rendimiento
de los animales domƩsticos y de las plantaciones a menudo obligaba a la
especialización en un único cultivo o especie a fin de controlar mejor su
multiplicación y desarrollar técnicas de cultivo y de cosecha. Aún cuando la
especialización normalmente se traducĆa en una mayor producción, tambiĆ©n exponĆa
al agricultor a un mayor riesgo de fracaso. El aumento de la extensión de tierra
a cultivar también generaba una mayor producción pero a costa de una mayor
inversión de trabajo por unidad de producción. Este coste se derivaba en parte
de la mayor distancia que el agricultor debĆa recorrer hasta los campos de labor
y del hecho de que las tierras mÔs fértiles ya estaban en explotación, por lo
que los agricultores debĆan ampliar sus posesiones por los terrenos menos
fƩrtiles y, por consiguiente, menos productivos.
A lo largo de los milenios los mƩtodos mƔs eficaces para
incrementar la producción de alimentos consistieron en intensificar las
prĆ”cticas agrĆcolas a fin de obtener un volumen mayor de producción por unidad
de superficie utilizada. Esto se consiguió haciendo plantaciones de mayor
densidad, acortando el periodo de barbecho entre cosechas y aportando mƔs
cantidad de agua a las tierras por medio de regadĆo. Cada una de estas tĆ©cnicas
supuso una notable aportación al suministro alimenticio de la sociedad, pero los
costes fueron ingentes al aumentar la inversión de mano de obra y la degradación
potencial del entorno. Una mayor densidad y frecuencia de siembra podĆa reducir
la fertilidad del suelo, mientras que un exceso de irrigación de las tierras
podĆa anegar los campos y provocar un aumento de su salinidad. Ninguna de estas
técnicas para incrementar la producción es inherentemente nociva, pero a la
vista del contexto medioambiental y social, deben emplearse de forma sostenible
pues, de lo contrario, acaban por reducir la capacidad de producción de la
sociedad.
En lĆneas generales, las sociedades humanas han
conseguido mantener satisfactoriamente dicho equilibrio. Pero con demasiada
frecuencia entre las primeras civilizaciones del mundo la bĆŗsqueda de una mayor
producción ha destruido la capacidad del entorno, dando lugar a alguna
catĆ”strofe. ¿QuĆ© fue lo que indujo a estas sociedades altamente organizadas a
valorar erróneamente la situación? Un aspecto significativo de la revolución
urbana fue la cristalización del concepto de la propiedad privada y de los
incentivos para producir excedentes agrĆcolas. En un mundo sencillo, un grupo,
por ejemplo una familia, sólo producirĆa la cantidad de artĆculos requeridos por
el grupo para cubrir sus necesidades de alimentación y vestido. Los incentivos
para una mayor producción serĆan mĆnimos ya que la cantidad de comida adicional
que se puede consumir es limitada. Sin embargo, hace entre 5.000 y 10.000 aƱos
esta situación se modificó y se comenzaron a producir enormes cantidades de
excedentes agrĆcolas que se utilizaban para soportar la fabricación de objetos
considerados como valiosos por el prestigio que conferĆan. Este hecho era mĆ”s
probable que ocurriese en una sociedad con unos conceptos de propiedad bien
desarrollados, desigualdad social y relaciones de poder asimƩtricas.
Esta transformación fundamental en los mecanismos
sociales se encuentra asimismo relacionada con otros dos procesos fundamentales
del urbanismo: la industria y el comercio emergentes y la forma de gobierno
crecientemente jerƔrquica. Con el establecimiento de la vida sedentaria en los
poblados, los individuos pudieron acumular mayor nĆŗmero de posesiones
materiales. A lo largo de los milenios, la fabricación de tales objetos, desde
cerĆ”mica y herramientas utilitarias hasta artĆculos de embellecimiento personal,
recayó en manos de los especialistas. Algunos artĆculos estaban fabricados con
materias primas que era necesario importar desde lugares lejanos. Este
consumismo no podrĆa haber existido de no haber producido los agricultores un
exceso que pudiera destinarse a soportar este auge del comercio y de la
industria. Muchos de los artĆculos utilitarios beneficiaban directamente a los
agricultores, pero era preciso invertir una cantidad considerable de recursos
para obtener las exóticas materias primas y fabricar artĆculos de prestigio que
serĆan propiedad exclusiva de la nueva minorĆa emergente. Dicha minorĆa era la
principal interesada en fomentar la industria y el comercio, ya que esto se
traducĆa en la fabricación de artĆculos de prestigio que venĆan a reforzar su
elevada posición.
La arqueologĆa y la historia han demostrado en repetidas
ocasiones que siempre que se han reunido grandes grupos de individuos, han
favorecido formas jerƔrquicas de gobierno en detrimento de alternativas
igualitarias mƔs sencillas. Un gobierno jerƔrquico normalmente estƔ dirigido por
un miembro de la clase minoritaria selecta que obtiene un beneficio
desproporcionado de la productividad de la clase común mÔs numerosa. Estos
miembros pertenecientes a la minorĆa selecta reafirman esta posición de favor
repartiƩndose los bienes acaparados a la clase mƔs baja, armƔndose ellos y
desarmando al pueblo llano, utilizando el monopolio de la fuerza para mantener
el orden y mejorar la seguridad personal y, por Ćŗltimo, formulando una ideologĆa
o religión que justifique su postura.
Es evidente que un cierto grado de administración
centralizada de las actividades económicas y de arbitraje en los litigios
siempre ha aumentado la productividad global de la sociedad. Sin embargo, el
gobierno jerƔrquico presenta posibles aspectos negativos: las decisiones
adoptadas por la minorĆa pueden favorecer los intereses de dicha clase, pero no
los de la mayorĆa; la comunicación puede verse dificultada por la lejanĆa
geogrĆ”fica de los jueces; y, finalmente, los patrones de consumo de la minorĆa
pueden fomentar un expolio insostenible del entorno. Los últimos 5.000 años han
sido testigos de la mutua y continua influencia entre las ventajas y los
inconvenientes de la sociedad urbana, pudiƩndose observar centenares de casos
prÔcticos de cómo la humanidad ha intentado equilibrar tales fuerzas.
Acerca del autor: Charles L. Redman es profesor
de AntropologĆa y director del Centro de Estudios Medioambientales en la
Universidad Estatal de Arizona. Es autor, entre otras publicaciones, de Human
Impact on the Ancient Environment.
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